jueves, 4 de agosto de 2011

El Día Z Cap 1 "El Día Z"

Cap 1. EL DIA Z.


Nürnberg, Alemania, Hospital militar 21:33 horas. 29 de noviembre

Adler llevaba trabajando en aquel lugar demasiado tiempo. Al menos en el concepto de tiempo que tiene un ayudante de laboratorio que pasa 12 horas de guardia nocturna vigilando unos cultivos de vete a saber que enfermedad tropical.

Este proyecto llevaba en ejecución casi cuatro años, era mas del doble que cualquier otro en el que hubiera trabajado. No tenia acceso a las cuentas, pero sabia de buena tinta que el coste del mismo era casi astronómico, solo su salario de simple ayudante de control era casi un 50 por ciento mas alto que cualquier otro trabajo al que pudiera acceder en su campo. Incluía una clausula de confidencialidad draconiana en la cual se le prohibía difundir los detalles de su trabajo a cualquier persona, organización o gobierno bajo penas de cárcel y fuertes multas, por momentos llegaba a creer que no era un contrato que estuviera dentro de el marco de la legalidad.

Su trabajo era sencillo, tenia que supervisar la temperatura y ph de las tres placas de cultivo que descansaban en 3 mostradores aislados bajo una mampara hermética de cristal. Normalmente todo se reducía a aburridas noches de televisión y juegos de consola. Si le vieran sus padres... ellos que son tan adictos al trabajo.

Llego al laboratorio del hospital a las 20 horas, resignado pero con el animo de aquel que sabe que cobra demasiado por el trabajo que desempeña.

Se cambio de ropa, dejo en su taquilla su ropa de calle y se puso un cómodo traje verde, de aquellos que casi parecen pijamas y una mascarilla de tela. Sus ordenes eran estrictas. Siempre que caminara fuera de la zona de descanso debía llevar esa incomoda mascarilla para evitar que sus fluidos contaminaran la muestra, cosa harto improbable ya que dichas muestras descansaban, como ya he dicho, en un robusto mamparo hermético con cristales de 2 centímetros y medio de grosor.

Aquellos cultivos debían ser altamente contagiosos para rodearles semejantes medidas de seguridad, nada que pudiera evitar una absurda mascarilla de tela.

Cruzó el área del laboratorio y se metió en el área de descanso, un cuarto aislado de la sala de cultivos por un grueso cristal y una sala de desinfección la cual era la única manera de acceder a ella. Entro en la sala de descanso, en ella había, aparte de los ordenadores de control y los indicadores de estado, una cómoda silla de oficina, un pequeño refrigerador y una nevera donde podía dejar su comida.

Llevaba ya una hora y media trabajando cuando comenzó a escuchar ruidos extraños, sonaban tableteo de mas allá de la sala de laboratorios, como el insistente golpeteo de un pájaro carpintero en un tronco, pero a un volumen muchísimo mayor, siguiendo el procedimiento llamo a el mostrador de información del hospital en busca de alguna explicación, contestó una voz femenina que le informó de un incendio en la zona de cocinas que estaba aun sin control, los bomberos aun no habían llegado.

Esto no le convencía en absoluto, aunque el edificio era muy antiguo disponía de un sistema anti-incendios que tenía menos de dos años, precisamente en las cocinas había un surtidor cada dos metros, muchas veces en las horas muertas se recostaba sobre su silla y pensaba en lo increíble que parecía que este edificio hubiera sido construido por los nazis en un tributo a su Fürer, ya que las sucesivas reformas hicieron de el hospital modelo de Alemania que ademas mantenía en secreto un laboratorio de control y desarrollo de armas bacteriológicas y guerra química.

Llamo al puesto de seguridad, inmediatamente a la entrada del laboratorio, pero no recibió respuesta, el guarda de seguridad que estaba al cargo era un completo idiota que ni se imaginaba lo que estaba guardando, pero se tomaba su trabajo tan en serio que era el único de los que habían pasado por aquel puesto que no pasaba las horas muertas de su turno durmiendo como un bebé, el que ese absoluto gilipollas no respondiera a una llamada a través de un teléfono interno quería decir que algo marchaba cuanto menos mal.

Lo que paso por su cabeza mientras aquellos sonidos se acercaban a su posición se convirtió en una mezcla de miedo y deber. ¿Que debía hacer? Aquellos cultivos eran de una importancia capital, se habían gastado millones en su estudio desde que estaban en ese lugar, el procedimiento en caso de contaminación externa era claro, como con cualquier otro agente infeccioso en estudio tendría que ser destruido mediante la utilización de fuego. Para ello unos tubos cruzaban la cubierta superior de las mamparas, con apretar un botón dos veces todo seria historia, incluido su trabajo.

Su trabajo.... no podía perderlo ahora, pero por otra parte aun no sabia si esos sonidos serían un incendio fuera de control o tan solo unas tuberías viejas reventándose por mil sitios diferentes, mirándolo desde la lejanía en los años, Tomó una mala decisión, se puso su mascarilla y salio al laboratorio con paso decidido, tomo de una de los mostradores una de esas jeringuillas automáticas que se usaban en la experimentación con ratas de laboratorio y se acerco a la mampara numero tres, a través de la esclusa de aislamiento introdujo la jeringuilla en el espacio estanco de la misma y después la recogió del interior de la mampara mediante los guantes de manipulación de los que disponía, sus jefes estarían encantados con que salvara una muestra en caso de emergencia, y en caso de que no pasara nada siempre podría justificar su acción como necesaria para la seguridad del proyecto.

Los tableteos que escuchaba ya con una claridad absoluta se le antojaron en exceso evidentes, se trataba de disparos, y por la insistencia de estos debía ser una masacre, si se fiaba de sus oídos estos se aproximaban desde la misma puerta por la que apenas dos horas antes había entrado al laboratorio.

Tenia que salir de ahí cuanto antes, o no viviría para ver el sol de nuevo.

Todos los centros de investigación de este tipo estaban preparados para casi cualquier tipo de problema que se pudiera presentar, incluidos ataques terroristas o militares, lamentablemente el arsenal de armas de defensa que debía protegerles no estaba a su alcance, y no tenia tiempo de colocar una de esas pesadas barras que servían para blindar las puertas del laboratorio. No, tendría que seguir el protocolo de emergencia en caso de fuego.

Había una segunda entrada a la sala en la que se encontraba. El nunca la había usado pero sabía que era una salida de emergencia que solo se abriría en caso de pulsar la alarma de incendios que tenia tras de el, el único problema era que cuando la pulsara toda la sala se iluminaría en un color rojizo de las luces de emergencia y que aquellos que querían entrar sabrían que alguien estaba tratando de escapar.

Aun así no todo eran problemas, al pulsar el botón también quedarían avisadas las autoridades de seguridad militar de la base y el mando central de Berlín, eso pondría sobre alerta a toda la plana mayor del ejercito alemán que daría caza con eficiencia alemana a todo terrorista que andara por los alrededores.

No había tiempo para mas. Tenia que actuar y decidido pulso la alarma, desbloqueo la puerta y esta comenzó a abrirse pesadamente hacia el exterior, detrás de ella solo podía adivinar un interminable pasillo que acababa en una puerta que tenia pintadas las letras de emergencia.

Apenas había cruzado la puerta cuando una súbita explosión en el recinto del laboratorio le hizo tambalearse y casi caer al suelo, aquellos malnacidos habían volado la puerta de la sala de cultivos, sus voces eran roncas y poderosas, eran de origen árabe, tendría que correr si no quería que le pillaran en aquel pasillo que cada vez se parecía mas a un paredón de fusilamiento.

-ALTO¡¡¡- una voz masculina con acento árabe pero en un alemán muy aceptable le llego desde la puerta de la sala de cultivos.

Adler no paró de correr, la puerta estaba a escasos dos metros cuando noto un fuerte golpe en el pecho, le dejo casi sin respiración pero logro llegar a la puerta y desaparecer tras ella.

Subió unas escaleras ajeno a todo, concentrado en le objetivo de alcanzar el nivel de las calles y buscar refugio en el cercano cuartel de infantería, aquella gesta le llevo tan solo 4 minutos. Salió a la calle y giro a su derecha, buscando la vía de servicio cercana que llevaba a las residencias de los militares, estas le proporcionarían seguridad ya que podría perderse en una de esas estrechas callejuelas y llegar tras atravesaras al cuartel donde estaría a salvo.

Miro atrás, nadie parecía seguirlo, relajo la marcha, apenas tenia ya aliento para continuar a ese ritmo, llego a las casas de los militares que un súbito dolor punzante le hizo bajar la vista hacia su pecho, el color rojo de la sangre empapaba todo su uniforme de trabajo, y la ridícula mascarilla de tela que ni siquiera se había dado cuenta de quitarse al iniciarse la marcha estaba ya manchada de la misma. Era su sangre.

Se puso nervioso, le flojearon las piernas y se apoyó en una pared de una elegante casa de la zona residencial de la base. El aire se escapaba de sus pulmones a través del orificio de salida del proyectil formando burbujas en el de un color escarlata oscuro, su vista se nublo, sabia que se estaba desangrando y a la vez empezaba a ahogarse poco a poco debido a que sus pulmones se encharcaban con sus propios fluidos.

-Señor se encuentra bien- Una voz de hombre joven, casi de niño, le llego desde su espalda. -esta usted herido, por favor déjeme ayudarle.- Unos brazos le agarraron con firmeza y le obligaron a tumbarse en el suelo. - Tiene vd. el pulmón perforado, ¿quien le ha disparado?¿qué está pasando en el hospital?-

Adler ya no podía hablar. Sabía que su vida dependía de que aquel soldado bisoño le llevara al hospital rápidamente. Trató de señalárselo agitando sus manos y mirándole de manera desesperada, pero sabia que aquel chico no se arriesgaría a ir a una zona que parecía verdaderamente peligrosa, probablemente se limitaría a llamar a una ambulancia y esperar a su lado a que otro se encargara de el, deseando por otra parte quitarse de encima tan molesta carga.

Una tremenda explosión sacudió todo el lugar, Adler giro su cabeza en dirección al hospital y tan solo pudo ver una terrible bola de fuego que ascendía a las nubes y se trasformaba en unas llamaradas que solo podían significar una cosa, jamas saldría con vida de esta. Su única salvación acababa de volar por los aires, aunque su improvisado acompañante se arrojo sobre el para protegerle de la honda expansiva y de los cristales que caían de las ventanas de las casas bajas que le rodeaban, jamas llegaría a tiempo de que le atendiera un medico de verdad, su vida desfiló ante sus ojos tal y como había visto en montones de películas y en testimonios de chiflados amantes del misterio de la muerte, se vio a si mismo llamando a las puertas del cielo y pasando al paraíso, viviendo para siempre en su sueño.

Su acompañante aun estaba sobre el, protegiéndole de la nube de polvo que se levanto debido a la explosión cuando tomo la peor de las decisiones en servicio a su país que podría haber tomado en su vida, en un ultimo movimiento veloz levanto su brazo e inoculó la muestra del cultivo de la mampara numero tres al pobre muchacho que le protegía, este apenas se quejo, posiblemente pensaría que algún cristal volante se le había clavado en el costado. Acto seguido dejó caer la pistola-jeringuilla a su lado y se dejó llevar.

Su nombre era Adler Eflenberg, y con su último acto de sacrificio abrió las puertas del infierno en la tierra y contribuyó de manera decisiva en la muerte del 98% de la población humana.

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